Un caso muy especial e importante para los entrenadores sobre las expectativas instrumentales y su influencia sobre la motivación de incentivo es lo que se denomina efecto de contraste por cambio en la magnitud de la recompensa, al que para acortar llamaremos únicamente efecto de contraste.
El efecto de contraste es el empeoramiento que existe en la realización de una conducta instrumental cuando existe una disminución importante entre la expectativa sobre el refuerzo que se obtendrá al realizar dicha conducta y el refuerzo obtenido.
Este efecto se observó y demostró al entrenar a dos grupos de animales[1] para realizar una misma conducta, en uno se utilizó una recompensa muy apetecible durante un periodo de entrenamiento y en otro una recompensa menos valiosa, como parece razonable aquellos animales a los que se les entrenó con la recompensa más apetecible tuvieron un aprendizaje mejor que los que recibían la recompensa de menor valor. Hasta aquí todo según lo esperado, por eso los entrenadores usamos recompensas valiosas: queremos que nuestros pupilos aprendan lo mejor posible.
Pero había una segunda parte en este experimento, tras el periodo de entrenamiento se sometió a los animales a una prueba: se les hacía realizar la conducta, y ambos grupos recibían el refuerzo de menor valor, tanto los que se habían entrenado con ese tipo de refuerzo como los que entrenaron con los refuerzos más apetecibles. Esta situación no es ajena a quienes practican entrenamiento deportivo en cualquiera de sus vertientes: entrenan habitualmente a sus perros con los refuerzos más interesantes que pueden ofrecerles (comida, juguetes) en el momento de ofrecer la conducta, pero durante la competición, el día de la prueba, sólo pueden usar otros estímulos de menor intensidad puntual, como caricias discretas o palabras afectuosas susurradas en voz baja, estímulos que se usan menos para adiestramientos de competición porque dan un aprendizaje menos rápido y dinámico.
Pues bien, los animales que tenían expectativas de recibir el refuerzo de más calidad empeoraron su conducta durante la prueba mientras que los que tenían la expectativa de un refuerzo de menor calidad, que fue el que efectivamente recibieron, siguieron mejorando su respuesta durante la realización de la prueba. La caída en la realización de la conducta del grupo que había recibido la recompensa de más calidad resultaba tan brusca que en la prueba su eficacia bajaba muy por debajo del grupo que recibía la recompensa de menor calidad. Si alguna vez ves en internet videos de entrenadores que muestran trabajos extraordinarios, pero sin embargo no tienen éxito en las competiciones es muy probable que estés viendo un ejemplo claro del efecto contraste. Esto resulta particularmente nocivo a nivel didáctico para los adiestradores noveles, pues muchas técnicas parecen dar un resultado óptimo, pero en realidad requieren unos altos niveles de refuerzo para mantener su validez, lo que las hace vistosas pero ineficaces para su aplicación en adiestramientos, ya sean de manejo, ya sean de competición deportiva.
Recordemos que en el experimento ambos grupos de animales recibieron la misma recompensa, tanto en número de ocasiones como en calidad, durante la prueba, pero, pese a ser reforzados de igual manera un grupo empeoró estrepitosamente la calidad de su conducta mientras otro la mejoró. Esto nos muestra que lo realmente importante para el entrenamiento de animales no son los reforzadores usados, sino la expectativa que generemos en el perro y su concordancia con la situación final de trabajo que se encontrará. Cuando estos valores son muy divergentes, aunque el trabajo parezca avanzar rápido, nos enfrentaremos a un potencial desplome de su calidad en el momento en que deba ser funcional el entrenamiento, lo que nos lleva a recomendar de manera preferente aquellos reforzadores que podamos utilizar, aunque sea de manera muy ocasional, durante la situación final de trabajo, sea esta la que sea en cada caso y especialidad (manejo del perro durante sus paseos en un adiestramiento comercial, obtención de altos puntajes en un adiestramiento deportivo, búsqueda eficaz en un perro detector…). El único factor que en los perros parece contrarrestar en cierta medida el efecto contraste es, curiosamente, el refuerzo social que implica trabajar con una persona querida[2].
El efecto de contraste nos muestra que un mismo reforzador será más o menos eficaz según sean las expectativas que tenga el perro: el valor de un refuerzo disminuye si el perro tiene expectativas de recibir uno de mayor valor.
Quizá la implicación práctica de todo esto se entienda mejor si hacemos otra modificación en el gráfico, que vuelva más explícito el problema, porque “pequeña” y “grande” parecen términos más claros de lo que son al hablar de la recompensa:
Las recompensas que hacen a los perros mostrarse rápidos, vistosos, activos, intensos… son las que más nos pueden causar el efecto de contraste, volviendo nuestro espectacular adiestramiento en ineficaz para el tutor en el día a día o desnudándolo de puntos en el trabajo deportivo. Además, cuando tenemos un problema de adiestramiento, instintivamente nos vamos hacia recompensa más activantes, con lo que entramos en un ciclo de limitación de resultados del que podríamos no salir nunca.
¿Cómo evitar o, al menos reducir, los problemas causados por el efecto de contraste? De eso hablaré el miércoles en TPPyTQ en IG
(Texto modificado y ampliado de Tu perro piensa y te quiere, Dogalia 2014)
[1] Crespi 1942, los animales eran múridos. Después se ha reproducido en bastantes especies, entre ellas la nuestra, con iguales resultados.
[2] Pongracz, Peter; Hegedus, Dorottya; Sanjurjo, Beatriz; et al. 2013.
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